En el Adviento, Dios nos invita a la esperanza, nos impulsa a renovar nuestra vida por la fe en Él. Su venida nos llama a preparar nuestro corazón en la oración. Tenemos en este momento la oportunidad para despojarnos de lo que nos aleja de Dios y abrirnos al amor renovador de Dios.
Como nos dice el profeta Isaías: “Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice tu Dios. Hablen al corazón de Jerusalén, grítenle que se ha cumplido su condena y que esta perdonada su culpa. Una voz grita: preparen en el desierto el camino del Señor.” (Isaías 40,1-3).
La venida del Señor es consoladora y llena de esperanza. No viene a condenar, sino a perdonar, no viene castigar sino a salvar. Su venida no es desolación, sino consolación. Dios se revela como el principal consuelo para su pueblo, asegurando su presencia en momentos de aflicción y dificultad.
Consolar es una acto profundamente vinculado con Dios, pues Él mismo se manifiesta como el Dios de todo consuelo : “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier tribulación” 2 Cor. 1, 3-4
Así, Dios no solamente nos consuela a nosotros, sino que con el consuelo que nos da nos capacita para consolar a otros, convirtiendo este acto en un reflejo de su amor.
Nuestra respuesta frente a este consuelo de Dios, no puede ser otra que de apertura y disponibilidad, gratitud y confianza, para ser transformados por Él. Al recibir este consuelo estamos llamados a reconocer este don con gratitud, al mismo tiempo que estamos dispuestos a vivir un cambio en nuestra vida de acuerdo a la voluntad de Dios. Es allí donde necesitamos descubrir la necesidad de abandonar el pecado y abrirnos a Dios, al poder su gracia, a la fuerza de su amor salvador, liberador y sanador.
El adviento nos invita a abrirnos a la esperanza de Dios que nos ama y nos perdona, nos consuela y nos bendice. Al mismo tiempo, Dios esta sanando el corazón y nuestra vida para que salgamos de la opresión, el sufrimiento, la desesperanza y el dolor que genera la maldad. En Adviento recuperamos la esperanza y fortalecemos la fe, volvemos a vislumbrar la belleza de la vida querida por Dios para toda la humanidad.
Recordemos lo que ha dicho el Papa Francisco para estos días: “El Adviento es un tiempo para recordar la cercanía de Dios que viene a estar con nosotros. Dejémonos consolar por su presencia y preparemos nuestro corazón para recibirlo con alegría.” Vivamos el adviento con fe, esperanza y caridad, abriendo nuestra vida a la acción del Espíritu Santo, al poder de su gracia que nos renueva y nos transforma.
Jesús viene. ¿Estamos listos para recibirlo?