Dios, a lo largo y ancho de la historia de la salvación ha tenido grandes muestras de amor y de misericordia con el ser humano. Aunque le ha desobedecido, Dios nunca lo ha abandonado; siempre ha buscado su bienestar y lo ha llamado constantemente para que goce de la plenitud de la salvación. El amor del Señor es eterno y se desborda sin medida sobre los hombres, no tiene límite alguno y es sumamente generoso. Es un amor que está a la orden de todo aquel que lo busca y que no va encontrar decepción al abandonarse en él.
Jesucristo, el rostro vivo del Padre:
Jesús es el enviado por el Padre para dar plenitud de sus promesas, su predicación, consignada dentro del Nuevo Testamento por sus apóstoles tienen el fin de anunciar la llegada del Reino de Dios. Es el tiempo de los milagros, la redención y la libertad para todo aquel que abre su corazón y vida a la novedad transformadora del Salvador.
Dios no se olvida de nosotros:
En el Antiguo Testamento vemos una alianza que hace Dios con el Pueblo de Israel, dándole a Él lugar privilegiado como su guía en medio del recorrido hacia la tierra prometida. Cuando el Pueblo sigue la voluntad de Dios, asegura su futuro, no por conveniencia, sino como una respuesta amorosa y de conversión de quien lo acepta como Señor.
Jesús nos habla al corazón:
Jesús sale a nuestro encuentro, nos busca por nombre propio y no tiene presente nada de lo que representa nuestro pasado. Su mensaje contiene liberación para los cautivos y también contiene el Reino de Dios que ya está presente en medio de su Pueblo. Sin embargo, aunque el mensaje es dado de forma sencilla por medio de parábolas este requiere una comprensión total desde la óptica del amor. De la entrega desmedida y del cambio de vida. Por eso, a imitación de Cristo, debemos configurarnos a la salvación que hemos recibido, imitando su amor y entrega por los demás en todo momento. Así, al llegar la plenitud del tiempo, podremos decir: hemos cumplido con nuestra misión.
Una gran invitación:
Junto a nuestro director el P. Javier Rivros y Fray Carlos Mario Alzate, OP estaremos consagrando nuestra vida a Dios por la intercesión de María. El próximo 26 de octubre en la plaza de banderas del Minuto de Dios será derramada una nueva unción transformadora.