“Felices los que siguen confiando en el Señor, porque recibirán lo que él ha prometido.” – Hebreos 10:36 (BDH)
No basta comenzar: hay que sostenerse
Todos hemos tenido buenos propósitos: cambiar una actitud, comenzar una vida más ordenada, rezar con más constancia, tratar mejor a alguien. Pero muchas veces esos propósitos se desvanecen con los días. El verdadero crecimiento interior necesita perseverancia: esa fuerza silenciosa que nos permite seguir caminando cuando no hay emoción, aplausos ni resultados inmediatos.
Perseverar no es resistir con rigidez, sino avanzar con fidelidad. Es elegir una y otra vez el bien, incluso cuando nos cuesta, incluso cuando estamos cansados, incluso cuando nadie más lo nota.
La constancia transforma
En la naturaleza, los grandes cambios no suceden de golpe. El árbol no crece en un día. La flor no florece en una hora. Así también el alma: necesita tiempo, cuidado, repetición y paciencia.
“Por su constancia salvarán ustedes sus vidas.” – Lucas 21:19 (BDH)
La constancia en lo pequeño —en la oración diaria, en el esfuerzo por ser amable, en el silencio interior, en la lucha contra un mal hábito— es lo que va transformando el corazón paso a paso.
Caer, pero seguir
La perseverancia no significa no fallar nunca. Significa no rendirse aunque se caiga. Cada vez que lo intentamos de nuevo, aunque sea con debilidad, nos hacemos más fuertes en el alma.
“No se cansen de hacer el bien. A su debido tiempo recibirán una gran recompensa, si no se dan por vencidos.” – Gálatas 6:9 (BDH)
Práctica espiritual: pequeños actos fieles
Esta semana, te propongo que escojas un solo acto concreto para practicar cada día, durante siete días. Por ejemplo:
- Un momento breve de silencio al comenzar el día.
- Un acto consciente de gratitud.
- Evitar una queja o una crítica.
- Dedicar cinco minutos a leer la Palabra de Dios.
No importa cuán pequeño sea, lo importante es hacerlo con fidelidad.
Para meditar y orar
Señor,
dame un corazón firme y constante.
Que no me rinda cuando todo parezca lento o difícil.
Enséñame a confiar en tu tiempo
y a perseverar cada día en el bien,
aun cuando nadie lo vea.
Amén.
John Angulo