A lo largo de nuestra vida conocemos cientos de personas, ellas hacen parte de nuestra historia de vida. Aportan novedades, momentos, alegrías y tristezas que se van guardando en nuestro corazón y esto nos permite crecer y aprender junto a los demás. Por antonomasia, el ser humano está llamado a vivir en comunidad, no se puede concebir al hombre solo y distanciado de los demás. Compartir con nuestra familia, con nuestros padres, hermanos, entre otros nos edifica de gran manera.
La amistad desde el cristianismo:
Jesús es el mejor modelo y ejemplo de cómo debemos relacionarnos con los demás, él nos muestra con su ejemplo y su palabra la manera correcta en la que debemos amar desinteresadamente al otro. No es un proceso fácil, pero esto debe partir del amor a nosotros mismos para así mismo brindar a los demás la gracia de ágape fraterno. Al comprender que somos seres humanos, debemos tener presente y es que somos seres finitos, en algún momento de nuestra vida partiremos de este mundo confiados de que reposaremos en los brazos del Señor.
Invitados a orar por los que gozan de la presencia del Padre:
Todos nosotros, que somos la Iglesia militante en la tierra debemos aspirar a las delicias del Reino de Dios y orar por todos los que están gozando de la Iglesia triunfante. Es un acto de amor desmedido que todos estamos invitados a llevar día a día. Nuestra historia está marcada por bellos momentos y una manera de honrarlos es pidiendo al Padre por ellos.