Como su nombre lo indica, este libro se encarga de recoger las memorias de lo que se puede llamar como los inicios de la Iglesia de Jesucristo, en él no solo se condensan las actividades evangélicas de los discípulos de Cristo, sino también, se narra las acciones que el resucitado había hecho 40 días después de su resurrección.
Su composición:
Este libro se le atribuye a Lucas, el evangelista, ya que según los estudios exegéticos se encuentran continuidad entre el Evangelio y la forma en la que está redactado este libro. Inclusive al comparar la dedicación del libro en el primer capítulo se ve que es a una persona concreta a la que va dirigido y que esta ha venido conociendo la fe. Sin embargo, en una interpretación pastoral, se puede entender que tanto el Ev. de Lucas y el Libro de los Hechos de los apóstoles está dirigido a cualquier cristiano de a pie; esto se dice por la interpretación que se le da al nombre de Teófilo, que traduciendo al lenguaje común da a entender que es dirigido a un “hijo de Dios”, que en este caso puede ser cualquier persona que haya abrazado la fe. Posiblemente su redacción concluyó hacia el año 90.
Su contenido:
Este libro al contar cómo nace la Iglesia, las obras, acciones, viajes y personas implicadas en tan gran desafío se convierte en un modelo de observancia para todos los cristianos. Aunque se narra cómo inició la Iglesia primitiva, también exhorta a mantener fiel esa experiencia y actualizarla al día a día. En sus escritos, narra la manera en la cual se ha ido consolidando las distintas experiencias en oriente y como estas sirvieron de base para que el cristianismo fuese propagándose por todo el mundo.
