La migración es un fenómeno que se ha visibilizado a lo largo y ancho del mundo, cientos de personas han abandono sus lugares de origen con la ilusión de tener un mejor futuro. Aunque esto suena como si fuese sencillo, sucede lo contrario, ya que existen políticas impulsadas por personas que se encargan de perseguir al migrante, se cierra y alambran las fronteras y se le dificulta a las personas las vías de acceso para que no vengan a estorbar. Estas prácticas no están de acuerdo con el llamado que hace Dios al respeto de la vida, inclusive, distan de por completo del ejercicio del amor al prójimo y genera en la sociedad un espíritu de discriminación en contra de los amados por el Padre, los menos favorecidos.
Mar y desierto:
Una pregunta muy común cuando se ven este tipo de hechos, cuando se cuestiona que está haciendo Dios por todos estos que dejan sus tierras tiene una respuesta sencilla; Él está con ellos. Dios no se aleja por completo del hombre, el no es distante en ningún momento de su realidad, por el contrario, está completamente presente. Así como en el Antiguo Testamento acompañó al pueblo por el mar y por el desierto, así mismo esta presente con todas las personas que sufren. Él hace un llamado constante para que se abran las fronteras, para que se busquen vías de hecho que auxilien a los que huyen de la guerra, de la violencia y del odio.
Padre Misericordioso:
El rostro misericordioso que Jesucristo ha mostrado con su predicación está vivo en los millones de personas que se preocupan por el otro, en los que quieren brindar un grano de arena para que toda esta gran problemática cese. Mucho es el trabajo y poco son los trabajadores, sin embargo, todos los cristianos están llamados a responder por el otro, a ver en ellos a Dios y extender sus manos para recibir a los que están perdidos.
Reflexión hecha a partir de las Palabras del Santo Padre Francisco:
https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2024/documents/20240828-udienza-generale.html
