La devoción a la Virgen María, como Madre de la Iglesia, Madre de Cristo, la llena de gracia y la Esclava del Señor, ha sido inherente durante toda la historia de la Iglesia. Desde el acontecimiento de Pentecostés, se recuerda que ella estuvo en todo momento junto a su Hijo y junto a los que él escogió para anunciar el Reino de Dios. A ella se le ha adoptado como madre de todos los cristianos en el mundo y así, conforme a los méritos recibidos por su Hijo, se convierte en modelo de vida para los que anhelan alcanzar la santidad.
El monte carmelo:
Es una cordillera, ubicada sobre el mar mediterráneo, este lugar tiene una gran relevancia gracias a la tradición judía, ya que en distintos pasajes del Antiguo Testamento se resalta su belleza:
«Estalle en flor y se regocije hasta lanzar gritos de júbilo. La gloria del Líbano le ha sido dada, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Se verá la gloria de Yahveh, el esplendor de nuestro Dios.»
El lugar donde Dios se manifestó:
El profeta Elías fue un gran instrumento del Señor para hacer milagros, anunciar a los gentiles la conversión e inclusive bajar fuego del cielo. Según el Primer Libro de los Reyes en el capítulo 18, Elías presentó el holocausto ante los seguidores de Baal y allí por medio de la oración de este, un fuego abrazador que venía del cielo consumió el sacrificio y ahí todo el pueblo reconoció el poder de Yahvé y luego fueron sacrificados.
La aparición de la Virgen:
El monte se convirtió en un lugar sagrado en el cual llegaron a vivir unos ermitaños que se dedicaron a vivir y a rezar allí y con el paso del tiempo fueron llamados los Carmelitas. El 16 de julio de 1251 se le aparece a San Simón Stock, quien era el superior de los Carmelitas, la Virgen del Carmen y le entrega el escapulario para quien todo aquel que lo use sea librado del fuego eterno.