Muchas veces se cree que seguir al Señor hará que la vida no tenga problemas, que mejorará de la noche a la mañana sin hacer el mayor esfuerzo. En el imaginario seguir a Dios debería darnos bendición inmediata, felicidad inagotable y nos ayudaría a obtener todo sin esfuerzo. No obstante, esto no es así, seguir al Señor cuesta mucho, es reconocer las faltas, lo malo que se ha hecho y el bien que se ha dejado de hacer; implica desnudar el corazón ante Dios y pedir que su Espíritu fortalezca y auxilie. Por lo anterior, se entiende lo que es dicho en Mateo 16, 24 «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.»
Al querer abandonarse a la misericordia del Señor se hace claro que se debe estar prestos para las pruebas, no porque es algo malo, por el contrario, es en dónde las dificultades tienen un nuevo significado. Es dónde Dios nos prueba para comprobar que estamos comprometidos con su voluntad; día a día va capacitando para llevar las cargas y poder confiar así mayores responsabilidades a los que desean estar con Él.
“Dios que te creó sin ti, no te salvará san ti”, Él necesita que sus hijos vuelvan a su amor, se vale de distintos momentos, problemas y escenarios para acercar a las personas. No es fácil reconocer esto, no es fácil saber que en medio de los problemas el Padre se está manifestando. Sin embargo, cuando se comprende que todo esto sucede por amor las situaciones tienen un nuevo rumbo, se hace más llevadero el proceso y Dios interviene con el fin de poder aportar al hombre para su crecimiento.
Oremos por los momentos de crisis:
Señor, se que no estoy pasando por un buen momento.
Te alabo y te bendigo por todo lo que está pasando
en mi vida, solo tu conoces mis necesidades y te las
presento. Son recuerdo de mi fragilidad, pero alegría
de que estas conmigo. Gracias por no dejarme solo,
gracias por ser mi fortaleza. Te bendigo confiando de que
este mal momento pasará y estaré contigo por siempre.
Amén
