El pecado: raíz de todos los males

El principio de todos los males de la vida espiritual del hombre radica en el pecado, aunque muchas veces se quiere atribuir a fuerzas externas, procesos inconclusos u otros motivos; es importante hacer una introspección de la vida, del presente, del pasado y del futuro. El hombre está situado en situaciones que lo llevan a desviarse del plan de Dios, a veces pasa de manera consciente o inconsciente.

Encontrarse de cara con Jesús hace que el hombre evalúe su existencia, sepa que se ha equivocado y sea consciente de las faltas que ha cometido. El pecado se puede definir como la falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es decir, es faltar para con Dios y con el prójimo. Dentro de todos los males que pueden afectar la vida espiritual del hombre, el pecado se convierte en la raíz de todos los males. Ya que brotan las envidias, los egos, el desinterés y la falta de amor hacia sí mismo y hacia los demás.

Mateo 15,11 dice: «No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre.», la Palabra es luz ya que permite entender que todo radica desde dentro del hombre, es decir, desde su libertad. Dios al crear al ser humano le ha dado la potestad de poder elegir entre el bien y el mal, de construir su futuro y Dios respetará su decisión. Al reconocerse sujeto de pecado el hombre tiene la capacidad de enmendar su camino, la sanación espiritual comienza con la aceptación de lo que está mal, pero se complementa con el deseo de querer ser mejor y de construir un mejor porvenir para sí mismo y para los demás.

Queriendo tener un mejor encuentro con el Señor, reconociendo lo limitado que es el hombre hay que dar apertura al perdón. Esta es la llave que abre la puerta para que el Divino Espíritu entre y cambie todo lo negativo, el lograr soltar cargas innecesarias, rencores y penas hacen más ligero el camino hacia la santidad. Este es un paso fundamental que todo aquel que desea tener mejor su existencia debe dar, perdonándose a sí mismo por sus errores, perdonando a los que le han hecho daño y ser libres en Jesucristo.

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