En el ideal de las personas se cree que al estar en los caminos del Señor todo será sencillo, que no encontraríamos pruebas ni facultades. En el mejor de los casos nos gustaría que esto fuera así, pero Dios nos aclara de entrada que no será tan fácil como aparece. En su Ecleciástico 2 nos dice que, si queremos servirle al Señor, debemos prepararnos fuertemente para afrontar las pruebas venideras. Dios nos pide que seamos valientes, que tengamos la confianza puesta en Él y que por encima de todo se sobreponga la paciencia ante los sufrimientos.
El oro se prueba en el fuego, es decir, en el camino del Señor, se probará nuestra fe de distintas circunstancias. Esto no se hace con el fin de hacer flaquear al hombre, por el contrario, es una de las maneras en las que somos robustecidos con el Espíritu Santo. Nuestro amor hacia el Señor también es probado y si este amor es verdadero no nos iremos hacia atrás; simplemente nos fortaleceremos interiormente.
Con lo anterior, podemos decir que tomar la opción por el Señor es solo para valientes. No es un camino lleno de miedo, de desolación, de tristeza ni mucho menos de falta de alegría. El camino del Señor, aunque esté lleno de pruebas, nos conduce a poder encontrar la felicidad plena, nos permite sumergirnos al Señor y aferrarnos a Él. También, estamos invitados a aceptar en los momentos de prueba lo que llega, buscar ser valientes ante la adversidad.
Dios nos hace una gran promesa y es que, si somos fieles en estos momentos oscuros, seremos bendecidos de gran manera, todos nuestros sueños se cumplirán y seremos plenos en nuestro Creador.