“Señor, si quieres, puedes limpiarme” Mt 8, 2
El Señor nos regala una Palabra grandiosa que nos va muy bien en este tiempo de pandemia, de todo lo que estamos viviendo. En el Evangelio de Mateo 8,1-4 encontramos la curación de un leproso. Se nos cuenta que al bajar Jesús de la montaña mucha gente lo siguió, porque su mensaje el sermón del monte, tocó el corazón de los oyentes y mucha gente comenzó a seguir a Jesús. La predicación de Jesús toca el corazón, La palabra del Señor es novedosa, luminosa, da sentido, vida, transforma, enamora, toca el corazón, y el resultado es que mucha gente sigue al Señor.
Esto también es para nosotros, para este tiempo que estamos viviendo, es un tiempo para escuchar al Señor, para oír a Dios, Él nos está hablando y es necesario que nosotros abramos muy bien los oídos y el corazón a su voz para responder a su Palabra. Si esta cuarentena, este aislamiento que estamos viviendo todos no sirve para escuchar a Dios, para volvernos a Él y seguirlo, no nos ha servido de nada. El cambio que deseamos para nosotros, nuestras familias y el mundo parte de aquí, de escuchar a Dios, oír su voz y seguirlo a Él. Si nosotros estamos haciendo esto, entonces, le estamos sacando provecho a este tiempo, le estamos dando valor, aprovechando la oportunidad, porque este no es un tiempo de desgracia sino de gracia, es para salvarnos a todos, para limpiarlos el corazón y liberarnos.
Ahora, veamos propiamente el milagro de la curación del leproso, Dios realiza el milagro, un leproso queda limpio por la gracia del Señor. Este Evangelio para nosotros es muy real ahora, en medio de la pandemia, nosotros necesitamos quedar limpios y no solamente de las manos, tenemos que quedar limpios en el corazón, en la vida, quedar verdaderamente limpios es una obra de Dios en nosotros.
Este era un leproso, un enfermo y por tanto un excluido por esta enfermedad de la lepra, alguien rechazado que no podía entrar al templo, que no podía andar por las calles. Algo similar a lo que estamos viviendo, tampoco podemos ir a los templos, ni podemos andar por las calles sin una razón de fuerza mayor; tenemos que cuidarnos y debemos tener una distancia social, este leproso debía tener distancia social por su enfermedad, era considerado impuro y a todo aquel que se acercara o lo tocara quedaba contagiado de su impureza.
Se asemeja algo a lo que estamos viviendo ahora, solo que nosotros somos muy indisciplinados y no guardamos las distancias. En este caso si las debemos guardar pero y entendiendo no por rechazar a alguien sino por amor al otro, por respeto, por el valor que el otro me representa, lo cuido y tomó distancia de esa persona.
El leproso se acerca Jesús, se arrodilla y le dice: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Este hombre rompe la norma porque él no podía acercarse a nadie y no podía acercarse a Jesús. Esto no significa que debamos romper la norma de la distancia que debemos tener entre nosotros, este leproso quebrantó la norma para acercarse a Jesús porque vio en Jesús una esperanza, una posibilidad de salvación para su vida, la única norma que ahora sí podemos romper y quebrantar nosotros es aquella que nos aleje de Dios, que nos marque distancias con Jesús, eso sí debemos quebrantarlo, no podemos guardar distancia social, espiritual o de cualquier tipo con Jesús. Si queremos un milagro en nuestra vida, si queremos salvación, no puede haber distancias con Jesús.
Con humildad el enfermo se postra ante Jesús y se arriesga, porque es un riesgo, él no sabía si Jesús lo iba a acoger o rechazar, aun así se acerca y se pone de rodillas con humildad ante Jesús, y le dice: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” esta expresión es la oración del leproso, la oración del contagiado. En este tiempo, es la oración de nosotros, podemos apropiarnos de esta oración. Ahora es tiempo de preguntarnos si verdaderamente Jesús es el Señor de nuestras vidas, de nuestro corazón, si realmente estamos abiertos a la voluntad de Dios.
Quiero invitarte a orar al Señor y decirle: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”, mira que estoy contaminado, que estoy contagiado, estoy enfermo, estoy desanimado, que estoy mal. No tengamos miedo decirle al Señor nuestra situación, nuestra realidad. Esta es la oración de nosotros ante Jesús en ese tiempo, Él limpia nuestros corazones y nuestras vidas de todo mal, de los egoísmos, odios, las murmuraciones, hipocresías, apariencias, faltas de perdón, tristezas, desánimos, depresiones, miedos, faltas de fe.
El Señor en su misericordia, extendió la mano y lo tocó, haciendo otra cosa que no estaba permitida, Jesús no podía tocar a un leproso, porque Él quedaría impuro, pero Jesús también rompe esto porque para Él no hay distancias y así también nos toca hoy a nosotros el corazón, la carne, la vida y nos sana.
Jesús nos dice hoy: “quedas limpio”, si en este tiempo escuchamos al Señor, nos volvemos a Él, este es el mejor tiempo de nuestra vida, tiempo de gracia, de bendiciones, un tiempo para dar gracias al Señor porque en medio de la prueba nos está limpiando, purificando y salvando. Este es un tiempo de gracia, una oportunidad para renovarnos, para ser mejores personas, mejores cristianos, más espirituales, orantes, serviciales, bondadosos y felices como Dios.
Finalmente Jesús le dijo: “no se lo digas a nadie, pero para que conste ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés”. Ese ir allá, significa el testimonio, el cambio de actitud; es el testimonio que este mundo está esperando de nosotros los creyentes, los cristianos; nosotros somos esperanza para Colombia; nosotros tenemos un renovador, un santificador, un sanador que es Dios, el Espíritu Santo en nosotros.
Aquí está el amor de Jesús, la misericordia del Señor, acerquémonos a Él como el leproso, digamos al Señor si quieres, puedes limpiarme, Él no nos va a rechazar porque su misericordia no excluye a nadie, por más enfermo o pecador que sea, nos acoge a todos y nos limpia a todos. Bendito sea el Señor.