Al inicio del Encuentro Nacional de Matrimonio y Familia, que se desarrolla en la sede del Episcopado, los participantes tuvieron la oportunidad de escuchar la conferencia sobre “La Familia en la Postmodernidad”, abordada por Mons. Juan Carlos Ramírez, director financiero del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano.
Su intervención inició presentando unas cifras que reflejan un panorama algo sombrío sobre la estructura de la familia. Un estudio que se realizó entre 47 naciones, señala a Colombia como el país donde menos se casa la gente. Igualmente, estadísticas de la Súper Intendencia del Notariado, muestran el incremento de un 10,44 % de los divorcios en el país, entre el año 2014 al 2015, es decir, que se evidenciaron 1789 divorcios más que el año anterior. Haciendo la claridad que esto implica la intencionalidad de matrimonio eclesiástico y civil.
El sacerdote presentó, además, cómo la estructura familiar conformada por padres e hijos ha ido extendiéndose de biparental a una familia más extensa, que la conforman los abuelos tíos y otros familiares, donde un 53 % de los niños viven con sus padres, un 35 % habita con uno solo y 12% vive sin ellos. Un dato llamativo muestra cómo la fecundidad ya no es la prioridad en las parejas. Estas cifras, según lo señaló el sacerdote, evidencian la manera en que la categoría mental y jurídica del matrimonio ha entrado en una decadencia por su concepto y sus valores.
Frente a esta realidad el sacerdote planteó la pregunta ¿Nuestra pastoral familiar parte de un diagnóstico de la familia desde la realidad o nuestra acción evangelizadora es de conservación con un marcado énfasis apologético? Recordó que el Papa Juan Pablo II en su “Carta a las Familias” mencionaba que la sociedad de hoy es una sociedad enferma que está perdiendo la capacidad de amar.
“Si tantas familias hoy ya no son la escuela de amor que eran destinadas a ser, es casi siempre porque los que crean cada familia, el marido y la esposa, no echaron bien los fundamentos de su amor inicial. Las familias no son siempre escuelas de amor; son como las hacen los padres. Los padres no sabrán dar un amor incondicional a sus hijos si no se han esforzado para dárselo entre ellos mismos”, afirmó el sacerdote.
Monseñor Ramírez explicó que la posmodernidad entra a jugar un papel fundamental en la familia, que inicia a finales del siglo XX como una búsqueda por nuevas formas de expresión, centrados en el culto por el individualismo y la crítica al racionalismo, todo esto llevado a su vez por la revolución de la información y la tecnología.
“Las nuevas formas de compresión de la realidad no requieren de principios y conceptos pre establecidos, todo lo contrario, requieren ser eliminados para que pueda surgir una nueva cultura, un nuevo pensamiento metafísico y en consecuencia tres instituciones deben ser cuestionadas por obstaculizar un nuevo pensamiento: La escuela, la familia y la Iglesia”, aseveró.
Aseguró que el tema de la posmodernidad se ha vuelto una manera de resolver los problemas que sufre el ser humano en la búsqueda constante del conocimiento y la información, hecho que conllevan a una satisfacción como individuo y fomenta cambios en la estructura social y familiar, todo esto debido a un comportamiento individualista.
¿Qué hacer frente a esta realidad?
La Iglesia no puede estar escéptica a esta realidad y debe estar preparada con un discurso o narrativa que fascine, que atraiga y que seduzca, por tanto, en las jurisdicciones se requiere de una pastoral familiar “intensa y vigorosa” donde se promueva una cultura de la vida, y se trabaje para que los derechos de las familias sean reconocidos y respetados.
Monseñor Ramírez afirmó que es importante fomentar una pastoral familiar que sea “la acción evangelizadora que realiza la Iglesia, orientada por sus pastores, en la familia y con la familia como conjunto, acompañándola en todas las etapas y situaciones de su camino”.
Dijo que es importante comprender que la familia es el eje transversal de la evangelización. “Que la familia sea objeto y sujeto de la evangelización”.
Recordó que urge una verdadera preocupación de parte de los obispos y párrocos para que privilegien los programas pastorales para los matrimonios y las familias.
Finalmente, recordó que se requieren animadores, que además de su buena voluntad, estén bien preparados para orientar y acompañar a las familias y matrimonios. Se deben elaborar programas de formación dinámicos y creativos.
Cortesía Conferencia Episcopal Colombiana